Ponencia presentada para Conferencia Bíblica Virtual 2022

Para comenzar es necesario definir la terminología que ocuparé, pues algunos términos pueden usarse indistintamente para los propósitos de la ponencia, aunque no refieran exactamente a lo mismo. Cuando hablamos de culto, una palabra que es bien conocida en la jerga evangélica, nos referiremos a cualquier acción externa que se realice para brindar devoción o adoración a la divinidad y esto, aunque en nuestro contexto se relaciona con ciertos momentos de la semana y en lugares específicos, no necesariamente refiere a un lugar y espacio. Por otro lado, cuando hablamos de liturgia, nos referimos a las prácticas reguladas que cada denominación o religión establece para llevar su adoración en espacios determinados. De ahí que las liturgias son variadas y responden a diferentes motivaciones y contextos. Sin embargo, en la coyuntura actual, estamos viendo un fenómeno de homogenización litúrgica donde cada vez más iglesias desde diferentes perspectivas históricas y teológicas han adoptado parámetros empresariales, utilitaristas y mercadológicos en pro de crear experiencias que satisfagan las expectativas de consumo de los congregantes. Es así como los templos se han transformado en auditorios (con luces, multimedia, show y humo), los cultos y liturgias en “experiencias” y los congregantes en espectadores. ¿Cuáles son las implicaciones de este fenómeno?

A continuación, detallo 3 elementos de análisis que pudieran dar cuenta de lo que está pasando, el cuál está en deuda con los filósofos Byung Chul Han y Jan Luc Marion.1

Liturgias como eliminación de la alteridad

Las experiencias litúrgicas contemporáneas están diseñadas y producidas para la eliminación de cualquier contratiempo, de cualquier ruido o cualquier impedimento que se interponga entre los objetivos de la organización. La perfección y sincronización de las liturgias solo son reflejos tibios de una cultura obsesionada con la eliminación del error, de lo alterno, de lo que desentona. De ahí que los cultos se diseñen con base en la exigencia de un cliente que requiere de satisfacción inmediata, es decir, libre de obstáculos que le conlleven una carga racional o afectiva adicional. Pastores bien peinados, músicos sincronizados, relojes automatizados, ujieres casi robotizados y una estética perfecta del altar solo describiría la banalización en que ha caído la liturgia, pues tanta perfección solo es síntoma de su falsedad: nada que es real en este mundo es así de perfecto.

Por otro lado, la liturgia ya no es un espacio para encontrarme con el otro, más bien sirven para encontrar personas iguales y que piensan igual, invisibilizando todo aquello que pueda resultar distinto, por lo que nuestra mirada se va haciendo cada vez más estrecha. El congregante llega a los lugares donde les van a decir lo que quieren escuchar y si esto no pasa, hay más opciones en el variado menú de iglesias a la carta. Esto, como lo apunta el filósofo surcoreano: «Nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en último término, nos llevan a una «autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones».2 El ruido de nuestras congregaciones no es el ruido del diálogo, sino de un yo prolongado, es decir: un ruido sordo.

Este es el infierno de lo igual: La misma ropa, el mismo peinado, las mismas canciones, los mismos diseños de auditorios, las mismas pantallas led y a veces, incluso las mismas predicaciones (porque si no hay predicador tenemos la opción de la transmisión vía satélite).

Liturgias como transparencia

La transparencia es el desmontaje de la negatividad, de todo aquello que nos impida la satisfacción inmediata. Las cosas se hacen transparentes cuando se hacen completamente funcionales al mensaje que se quiere transmitir o al objetivo a alcanzar. En un espacio donde la negatividad no se permite, no hay lugar para ningún sentimiento negativo. Se olvida de enfrentarse al sufrimiento y al dolor. Por ello, en este tipo de liturgias es común encontrar carteles de “eres bendecido”, “eres amado” junto una predicación de tipo triunfalista que invita a eliminar todo tipo de negatividad.

Sin embargo, solo las máquinas son transparentes. Por ello es la tecnología que ha venido a sustituir lo que antes hacíamos las personas. Le tecnología nos evita la carga adicional de humanidad: ¿Queremos luces? Programamos las luces; ¿queremos guardar el tiempo? Programamos relojes; ¿queremos sonar bien en vivo? Programamos secuencias y efectos a las voces. La espontaneidad y la libertad, rasgos que constituyen parte de la esencia de ser humanos, quedan desplazados, pues esto no admiten ninguna transparencia.

Ahora bien, cuando todo es positivo, o transparente, todo es manipulable. No existe ninguna barrera ni resistencia que impida el ser formado como todos, iguales, sin distinción. Para los sistemas de producción esto es importante, porque sin negatividad la producción en masa aumenta. De ahí que tenemos liturgias en masa, cultos en masa, eventos masivos y un interminable etc.

Liturgias como mercancía

El culto, la liturgia, es un producto o servicio más que se ha vendido al sistema del capital como mercancía. Y como mercancía, deja de ser accesible a todos, y solo es accesible para quienes tienen el poder adquisitivo de obtenerlo ¿No es cierto que en nuestras iglesias quienes controlan la liturgia regularmente son los que tienen mayor poder adquisitivo?

Como mercancía, la liturgia está al servicio del cliente y comienza a formar parte de la interminable red de experiencias que nuestra sociedad puede escoger. Como mercancía, nuestra competencia son las discotecas; como mercancía, nuestra competencia son los estadios; como mercancía nuestra competencia son las otras mercancías evangélicas. Por ello, debemos constantemente revisar nuestra mercancía, para mejorar nuestro producto, posicionarnos mejor en el mercado y, como resultado, obtener más compradores.

Visto como mercancía la liturgia que se desarrolla en escenarios tipo teatros ha acentuado la experiencia del espectador: Los reflectores hacia el artista y las luces bajas en el público crea la sensación de “ver sin ser vistos”. El espectador puede entonces tomar control del escenario y convertirlo en su objeto de disfrute, goce y control. Las liturgias ahora son el lugar dónde se vive la experiencia sin comprometerse con el otro y la otra, sin ni siquiera saber sus nombres ¿No es lo mismo que pasa con la televisión, con las cadenas de streaming e incluso con la pornografía? Sí, es la misma experiencia que genera placer, sin tener el compromiso y responsabilidad que genera el contacto humano, y el estar con y junto al otro.

Ahora bien, con esta radiografía no estoy sugiriendo que todas estas cosas no puedan ser usadas por Dios para bendición de su pueblo. Seríamos ingenuos, o quizá sectarios, si pensáramos que estas nuevas realidades solo tienen un lado negativo. Lo que quiero sugerir es que, como en cada época de la humanidad debemos de pensar seriamente en nuestras actuaciones y darnos cuenta que debemos observar con detenimiento nuestros modelos y dotarlos de elementos que interpelen tanto nuestras liturgias como al propio mundo en que nos desenvolvemos. Incluso si nuestras liturgias no han caído en los elementos nombrados anteriormente, siempre tenemos la tarea de revisarlas concienzudamente.

Mi propuesta es que la liturgia y el arte que está implícito en ella debe gozar de imaginación profética. Walter Bruggemann es quién conceptualiza la imaginación profética tratando de dilucidar cómo era que los profetas del AT brindaban su mensaje.3 Siguiendo a David Suazo,  la imaginación profética es “la visión clara de realidades negativas que la política y la economía y en este caso nuestros sistemas litúrgicos pueden esconder o enmascarar como algo bueno cuando en realidad representan un sistema destructivo”;4 además la imaginación profética es “una construcción utópica de una nueva realidad por parte de los profetas, basada en lo que Dios mismo ha revelado en su Palabra… [que] no solamente desafía el presente, sino que estimula la esperanza”.5

¿Por qué el arte litúrgico? El artista, para Bruggemann, es aquel que se dedica a fantasear sobre el futuro sin preguntarse si este es realizable, por lo que la imaginación siempre debe preceder a la realización. Por ello Brueggemann le da la razón a Rubem Alves al considerar que todo régimen totalitario siente temor a los artistas, no porque produzcan actos concretos y explícitos de oposición, sino por su práctica imaginativa que posibilita un futuro que no sea continuación del totalitario e incuestionable presente.

¿Cómo la liturgia puede echar mano de la imaginación profética? ¿Cómo nuestros artistas puedes ser profetas y nuestras liturgias “profecías” en este mundo contaminado por la tecnología y el ruido?

Liturgias con carácter de-velador

Para Bruggemann el carácter de-velador de la imaginación profética comienza con “la aceptación de la oscuridad insondable”. Mientras que “la consciencia dominante” propicia insensibilidad, la imaginación profética se abre camino a través de ella hablando de la verdadera condición mortal del ser humano, expresa los miedos y temores que muchas veces han sido negados de expresión. En otras palabras, para Bruggemann el profeta expresa “el horror de las postrimerías, el fracaso de nuestra autosuficiencia, las barreras y los diferentes órdenes jerárquicos que nos afianzan a unos a expensas de otros, y la horrenda práctica de comer de la mesa de un hermano o una hermana hambrientos”. El profeta no solo “revela” algo novedoso, sino que quita el velo de la apatía y la insensibilidad para que la realidad pueda mostrarse con toda su crudeza y dolor.

En tiempos donde reina el triunfalismo, donde te reciben en la iglesia con carteles que dicen “eres bendecido” o “eres amado” “eres triunfador” “eres una linda princesita del cielo” necesitamos arte que nos señale lo cruel que muchas veces este mundo es; cuando las canciones intentan adormecer nuestros sentidos antes la injusticia que nos rodea, necesitamos más composiciones que nos recuerden el dolor, el miedo, la ansiedad y la frustración propia de nuestras condiciones humanas y mundiales. Mientras nuestras liturgias están eliminando toda carga de negatividad y de fracaso, la imaginación profética nos invita a quitar el velo de la apatía e ignorancia y a explorar todas las dimensiones de lo que implica ser humano, incluso el dolor y el terror. Una liturgia que devela no puede ser transparente, no puede generar satisfacción inmediata y no es tampoco una mercancía que se puede vender fácilmente.  

Liturgias con carácter subversivo

El carácter subversivo de la imaginación profética es el estado perenne de concebirse en contra del statu quo. Mientras el statu quo predica “la pretensión de ser el orden pleno y definitivo… [sin] lugar para un futuro que ponga en entredicho el presente” la imaginación profética ofrece símbolos que desmienten una situación ausente de esperanza y expresa en público los anhelos que han sido reprimidos o negados. Lo subversivo reduce las exageradas pretensiones del presente y tiene el atrevimiento de proclamar su propósito de cuestionar”. Las liturgias con imaginación profética deben cuestionar que las formas litúrgicas actuales son las únicas que realizan su propósito. Las liturgias de carácter subversivo cuestionan la transparencia de la tecnología que trata de eliminar todo elemento humano, toda espontaneidad y libertad aprisionándonos en sus relojes, semáforos y cuentas regresivas.

Las liturgias, siguiendo su función profética, deben propiciar el compromiso con el otro quitando de en medio la “actitud de espectador”, de ahí que los actos litúrgicos como el partimiento del pan deben volver a su sentido comunitario para crear lazos genuinos entre los congregantes; la ofrenda litúrgica debe subvertir la fuerza gravitatoria que nos invita a pesar en ella como el pago por una mercancía o como el pago por el derecho a decidir, y debe convertirse en el momento sagrado dónde todos nos comprometemos a hacernos responsables el uno del otro.  Estas son liturgias que subvierten el individualismo y la cultura del espectáculo; estas son liturgias que arrancan nuestros comportamientos del corazón del sistema del capital y lo vuelven a traer al corazón de la utopía comunitaria.

Liturgias con carácter utópico

La “consciencia dominante” así como no es capaz de imaginar la posibilidad de un final para la situación actual tampoco es capaz de visualizar nuevos comienzos. Por tanto, el statu quo somete al pueblo a un estado de negación, parálisis y perpetuación del estado actual de las cosas. La tarea del ministerio profético alimenta y evoca una conciencia y una percepción alternativas a la consciencia y percepción dominantes energizando a personas con la promesa de otro tiempo hacia el cual la comunidad debe moverse ¡Cuánto necesitamos las pinturas de antaño que invitaban a aquellos que participaban en la liturgia a seguir caminando! ¡Cuánto nos hacen falta poetas y cantores que en sus letras puedan imaginar mundos nuevos que nos energicen para seguir andando en medio de la incertidumbre y el dolor! ¿Dónde estuvieron los compositores que en medio de la pandemia nos debieron llenar de melodías de esperanza?

Como lo he dicho en otro escrito nacido en medio de la pandemia:

«Cuando la desesperación y la angustia se apoderan de nuestros sentidos, cuando el dolor es tan grande y la incertidumbre nos anonada, cuando el miedo paraliza y enceguece, necesitamos canciones que hablen de futuro, poemas que brinden esperanza, pinturas que al refractar su color en la córnea puedan traducir los cielos nuevos y la tierra nueva. Las danzas, los versos y las imágenes pueden movilizar al cuerpo hacia la interiorización de un poderoso mensaje: El dolor del confinamiento no es el estado definitivo. Vendrán más bailes, más ritmos, más temporadas, pues el telón del teatro aún no ha bajado, como humanidad no estamos viviendo la última función».6

Es este sentido la utopía sirve como estímulo para caminar hacia un futuro mejor, como bien lo expresa el cineasta latinoamericano Fernando Birri en palabras de Eduardo Galeano:

«Ella está en el horizonte — dice Fernado Birri —. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar».

A modo de conclusión

La liturgia, el arte y el arte litúrgico juegan un rol profético importante para la comunicación del mensaje divino y la “imaginación” de nuevas realidades acordes al plan de Dios. El arte es el medio en que se objetiva el desenmascaramiento de la realidad que está escondida, donde se contradice el Statu Quo que quiere imponer su parálisis e insensibilidad, se visualizan mundos nuevos y se pinta novedad de posibilidades para una realidad que parece no tener esperanza.

La iglesia latinoamericana está en deuda con la sociedad pues en su mayoría ha utilizado las expresiones artísticas de manera privada y no como mensaje al mundo, solo como forma litúrgica de entretenimiento y no como liturgia con voz profética, en sus celebraciones, pero no en solidaridad con el dolor y las problemáticas que la realidad presenta. El artista cristiano es más una “celebridad” que una persona que encarna y simboliza el mensaje divino, es uno que “lleva al pueblo a la presencia de Dios” en lugar de uno que lleva al pueblo a develar su dura realidad, es uno que entretiene en medio de condiciones adversas en lugar de contradecir ese estado y proclamar que otras cosas son posibles. El artista y las liturgias muchas veces insensibilizan y paralizan al pueblo (con manos levantadas) en vez de llevarlos a caminar hacia la transformación y re-creación de nuevos mundos.

Sueño con que los templos sean galerías donde se pinte la utopía, que los cantos congregacionales subviertan el statu quo, que las liturgias sean el performance de mundos y realidades mejores y que la liturgia no sea retenida en sus cuatro paredes, pues esta debe estar enfocada a pintar ciudades, a cantar en medio de las calles, a inundar de música las plazas, y a devolver la sonrisa y la esperanza a sociedades enteras. Solo así, abrazando la misión y dinamizando esta vocación hacia el mundo, el arte litúrgico será imaginación y mensaje, y el artista en la liturgia será profeta.

  1. Especialmente los textos Han, The Expulsion of the Other; Han, The transparency Society; Han, Saving Beauty; Marion, Being Given; Marion, The Erotic Phenomenon.
  2. Han, The Expulsion of the Other.
  3. Bruegemann, The Prophetic Imagination
  4. Suazo, La función profética de la educación teológica evangélica en Amérca Latina.
  5. Este tema fue anteriormente desarrollado en Reyes, The Prophetic Role of Art, Journal of Latin American Theology.
  6. Lamento y Profecía: Arte desde el Confinamiento en Reyes, Entre Crisis y Versos.

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