En los últimos días se ha estado hablando mucho acerca de avivamientos, a propósito de las manifestaciones del Espíritu Santo reportadas en la Universidad de Asbury. Algunos han fijado su mirada en la importancia que tiene la transformación social cuando el Espíritu obra y reaviva a su iglesia. Si bien es cierto que es muy próximo para hacer valoraciones acerca del impacto social que tendrá este movimiento (más allá del turismo evangélico que desata), sí podemos mirar al pasado para aprender los resultados a nivel social que otros avivamientos han tenido.

Bajo esta mirada, es importante el recuento que hace el historiador Justo Goonzález acerca del Segundo Gran Avivamiento en Estados Unidos. A diferencia del primero, según González, este avivamiento no se caracterizó por explosiones emotivas sino por un compromiso serio de la fe cristiana incluso en círculos intelectuales universitarios. A raíz de esta nueva actitud, se fundaron diversas sociedades con el propósito de difundir las verdades del evangelio. Bajo esta nueva realidad, Justo Gozález comenta:

«Otras sociedades surgidas de aquel avivamiento se dedicaron a diversas causas sociales, tales como la abolición de la esclavitud y la guerra contra el alcohol. Las mujeres fueron ocupando una posición cada vez más destacada en esta última causa. En la segunda mitad del siglo, bajo Frances Willard, la Unión Femenina Cristiana de Temperancia se volvió un instrumento de lucha por los derechos femeninos. En buena medida, entonces, el feminismo norteamericano tiene sus orígenes en el Segundo Gran Avivamiento».

Justo González, Historia del Cristianismo, Tomo II, 382.

Mucho se puede discutir de la diferencia de esta ola del feminismo con las realidades actuales, pero quizá una mirada histórica nos pueda ayudar a conocer cómo el cristianismo ha tenido presencia en la creación de cultura, la cual nos permea hasta la actualidad. La separación entre feminismo y cristianismo no debería basarse en la ignorancia histórica, más bien la historia nos puede iluminar a rastrear aquellas causas que han sido cristianas y que ahora hemos abandonado. Quizá, bajo las nuevas realidades, deberíamos volver a recordar una de las citas fundacionales de los primeros avivamientos registrados en los Hechos de los Apóstoles:

«Sucederá que en los últimos días —dice Dios—,
    derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano.
Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán» [Hch 2:17].

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